La niña veía diez lunas plateadas
hacía frío afuera, la lluvia arreciaba
la tormenta se había levantado
pero la niña imaginaba.
¡Ay, quién tuviera corazón de niña!
para cuando la tormenta del tiempo
o del alma arrecian
poder ver de diez lunas
sus hebras de plata.
Rosa María Fava
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